Ha desaparecido el miedo a perder el trabajo
Psicólogos y consultores de recursos humanos aseguran que el pesimismo y la falta de vinculación con la empresa por parte del personal tienen mucho que ver con que hoy el trabajo ya no está en la pirámide de prioridades de las personas, entre otras razones porque tenerlo o conservarlo no es garantía de disfrutar de un buen nivel de vida.
Antes el ascensor social funcionaba y muchas personas, de diferentes generaciones, se autodefinían por su trabajo, sentían que eran lo que hacían, pero ahora eso ha cambiado y las personas sienten que son lo que son, no lo que hacen, que da igual ser vendedores, mecánicos o contables porque hoy trabajan en una empresa y mañana en otra.
Tampoco hay tanta diferencia entre lo que te permite tener un buen trabajo y otro no tan bueno, así que la máxima es que no todo es tener ese trabajo o darlo todo por tu trabajo. A ello se suma que se ha perdido el miedo a perder el trabajo. Antes haber sido despedido era motivo de vergüenza social, la gente no lo decía. Ahora es una inevitabilidad, todo el mundo conoce a alguien a quien han despedido. Además, muchísimas personas en la franja de 35 a 45 años, que deberían estar en su fase de consolidación profesional, ven que no están en ese punto de su carrera y empiezan a entender que no alcanzarán las posiciones que esperarían, lo que provoca frustración y, sobre todo, que no haya tanta gente dispuesta a sacrificar su vida personal por la profesional.
Hay un choque cultural: mientras que a los boomers el trabajo les definía, de los 40 años para abajo ya no se da tanta importancia a lo que se hace sino a lo que se vive. Se admira no a quien trabaja en algo sino a quien tiene más posibilidades de experiencias vitales. Muchísimos empleados piensan que “ni el jefe ni la empresa es el dueño de mi vida. Mis intereses y necesidades cuentan, quiero flexibilidad y que me juzguen por cumplir los objetivos”. Pero, además, como el modelo social que impulsa la digitalización es el de la inmediatez y la búsqueda de reconocimiento instantáneo, quieren experiencias y transformaciones rápidas y ascender rápido. Y todo eso choca con que la cultura en la mayoría de las empresas aún es muy jerárquica y el liderazgo se ejerce a través del control y no de la confianza. Esa disociación es complicada de gestionar, causa problemas y frustración, y por eso hay tantas personas con desapego y desánimo.
El problema es que seguimos pensando que como directivos tenemos la sartén por el mango como en el pasado, pero eso ya cambió. Los empleados ya no consienten estilos de liderazgo del “ordeno y mando”, o modelos de gestión que impliquen un control sobre ellos y la vigilancia de sus actividades. Hay que trabajar con ellos de un modo distinto, no podemos tratarles como ovejas, hay que cocrear con ellos los sistemas y sus límites.
Ya hay empresas que lo hacen, sobre todo las que tienen una cultura muy emocional e innovadora, y también las muy pragmáticas, pero las muy jerárquicas, no. Los directivos de recursos humanos dicen que saben que la felicidad de los trabajadores es rentable y que el bienestar laboral es una de sus prioridades, pero cuando se les pregunta qué están haciendo para favorecerlo, dicen que no es tan fácil, que cuando piden autorización para inversiones los ejecutivos priorizan la salud financiera de la empresa por encima de la felicidad de los empleados.
En FFACT, en el apartado TO THE EXCELLENCE encontrará un interesante cuestionario de 40 preguntas sobre «el personal» que le ayudará a reflexionar sobre este importante tema.
Feliz semana a tod@s.
P.S.: Este post es complementario al editado ¿Un buen trabajo o una vida completa?
