Las auditorías sólo detectan el 3 % del fraude de las empresas
El 90% de los informes de auditoria se hacen sobre empresas sanas y contribuyen a la fiabilidad de las transacciones en el mundo económico. El papel del auditor está en plena evolución en un entorno con más tecnología y más global. Es un elemento esencial en los funcionamientos de los mercados.
Los auditores analizan la información que les llega de los consejos de administración. Está claro que su responsabilidad está limitada en estos temas, así como tiene límites para verificar esa información. No hay ningún auditor que esté en contra de una supervisión de su trabajo ya que ello va a suponer una mejora para el funcionamiento del sistema, pero al mismo tiempo debe quedar reconocida su labor.
Solamente el 3% de los fraudes empresariales, a nivel mundial, se detectan en el contexto de una auditoría de cuentas normal. Lo ideal por tanto es complementar el trabajo del auditor de forma periódica con actividades forenses.
Según la Ley de Auditoría, el auditor no es responsable de forma directa del 100% de los problemas que pueda generar un fraude o un problema en la empresa. No es fácil identificar un fraude en una empresa. El poder detectarlo exige una serie de herramientas de tipo forense que no se utiliza en un trabajo de auditoría. Los auditores trabajan desde muestreos o estimaciones sin utilizar este tipo de herramientas. Así una cosa es la investigación del fraude con técnicas de Forensic y otra el trabajo de auditor, que supone la verificación de procedimientos contables, de administración y control internos de la organización. Casi nunca se detecta el fraude desde su trabajo.
En las últimas tres décadas, en un mundo donde la economía es global, la figura del auditor se ha convertido en un elemento clave verificador del negocio de muchas empresas. Su papel da seguridad de que la información financiera que se comparte a nivel mundial es fiable y consistente pese a algunos fraudes que surgen.
En la empresa se dan múltiples casos de irregularidades que, a veces, llevan aparejadas la figura del fraude y otras no. Veamos un ejemplo de irregularidad, la llamada ocultación. Hace un tiempo una empresa de reconocido prestigio empezó a despedir a parte de su personal. Sorprendentemente, después de haberles pagado religiosamente la correspondiente indemnización, a la mayoría de ellos les llamaban en unos días para contratarlos a través de una consultora y que siguiesen realizando el mismo trabajo, que seguía siendo necesario desempeñar. El salario era el mismo, más el coste que para la empresa suponía el tener que pagar el margen de la consultora a través de la que se producía la nueva contratación. Aquí, ¿Dónde está el truco?
Es sencillo. La política principal de la compañía se basaba en aumentar la productividad. Todos los bonus de los directivos estaban, en mayor o menor medida, vinculados a mejorarla. Y dividiendo la facturación (que se mantuvo estable) entre el número de personas (que había disminuido pues los recontratados a través de una consultora pasaban a no constar ya como parte de la plantilla) la productividad mejoraba, y todos los ejecutivos cobraban sus cuantiosos bonus. Los indicadores que hubieran permitido detectar esta situación a tiempo se podían medir. Eran costes contabilizados, al fin y al cabo, pero se ocultaban deliberadamente. Los informes anuales de auditoría no recogieron nunca esta irregularidad.
En FFACT, en el apartado TO THE EXCELLENCE encontrará un interesante cuestionario de 40 preguntas sobre “la organización contable” que le ayudará a reflexionar sobre este importante tema.
Feliz semana a tod@s.