
Un engaño de libro: la estafa piramidal de Sempi Gold
El colectivo de perjudicados supera los 3.600, procedentes de toda la geografía nacional y reclaman unos 50 millones de euros. Los querellados son ocho personas físicas; Gabriel Ruiz, dos hijos y un sobrino, el director financiero, D.T.S., el director comercial, F.P.M., los delegados de ventas de cada zona y tres sociedades jurídicas: Sempi Gold España SA, Oroinformación SL y Sempi Silver SL. Se les imputa organización criminal organizada, falsedad en documento mercantil, estafa piramidal masiva, insolvencia punible, alzamiento de bienes y evasión de capitales a terceros países.
Esta trama se basa en un engaño de libro: los inversores creían que estaba invirtiendo en lingotes de oro. Sin embargo, desde el minuto uno su dinero se desviaba a las cuentas privativas, en paraísos fiscales, de los miembros de la banda. Los querellados se dedicaron a vender supuestos lingotes y láminas de oro, como inversión super segura a través de sus 22 delegaciones, con sede central en Jerez de la Frontera, a multitud de minoristas y consumidores.
La cantidad mínima que invirtieron fueron € 5.000 y la máxima, € 375.000, como es el caso de una mujer de Vitoria. Entre ellos hay un ingeniero jefe de astilleros, tres farmacéuticos, médicos, empleados de Ruiz y varias empresas. El señuelo o argumento de venta que hacían es que el oro nunca fluctúa como el Euríbor y no tiene tanta volatilidad como las inversiones en Bolsa, y que estaba siempre garantizada su inversión inicial, por lo que era ultra seguro, estando su dinero a buen recaudo.
El oro que garantizaba la inversión, en vez de comprarlo en el mercado de metales de Hamburgo (Alemania), se encargaba a una herrería que les fabricaba lingotes de oro falsos, de fragua de hierro y pintados de amarillo con espray, del mismo tamaño, forma y peso de un lingote. Y después se lo llevaban las empresas de seguridad metidos en sacas. Se descubrieron los lingotes falsos en la casa de Gabriel Ruiz, metidos en una cámara acorazada, y también en las de las empresas de seguridad.
Con el dinero fresquito, recién entrado, de los inversores que picaban, se retroalimentaba a los que más ruido hacían, callándoles la boca y mientras seguía captando. Es el típico esquema de Ponzzi. La estafa se destapó cuando el sistema colapsó. A finales de 2021, una serie de inversores de Mallorca y de Jerez pidieron recuperar la inversión, y empezaron a recibir largas cambiadas. Los responsables de Sempi Gold decían que como era a finales de la pandemia, el mercado de metales de Hamburgo estaba paralizado y que no podían revender el oro, cosa que era mentira, ya que nunca se suspendió su cotización.
El sistema funcionaba cuando ese oro que se había comprado se podía revender en el mercado de metales a mayor precio, y ese mayor precio suponía la rentabilidad. Sin embargo, en este caso, al no haber comprado oro, no se revendía nada, porque ese dinero se había desviado a paraísos fiscales desde el minuto uno, donde estaba a buen recaudo. Por lo tanto, no tenían oro que revender.
Tras ganar las primeras tres sentencias en la vía civil se intentó ejecutarlas, y se percató que la sociedad Sempi Gold había desaparecido del tráfico mercantil y cerrado sus 22 delegaciones a cal y canto. Saltaron todas las alarmas cuando se vió que no había forma de cobrar y que en algunas de las demandas ni siquiera se habían tomado la molestia de oponerse, porque no tenían nada que perder ya que la sociedad estaba ya totalmente descapitalizada. A día de hoy, se sigue sin saber la trazabilidad del dinero, es decir, a dónde ha ido a parar la friolera de 40 millones de euros. Y prueba de ello es, que siempre que se ha preguntado al principal imputado Gabriel Ruiz, sobre el destino de las inversiones, se ha salido por la tangente diciendo que a él también le han robado.
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Feliz semana a tod@s.