
¿Estamos orgullosos de tener un sustituto?
Tener alguien que te pueda sustituir es un orgullo. No es una amenaza. Es el resultado de haber hecho las cosas bien. Es la oportunidad que tenemos para seguir creciendo profesionalmente. Si apostamos por una cultura de crecer, lo sensato es pensar en hacer crecer a nuestros sucesores y, en general, a la gente de nuestros equipos. No podemos olvidarnos de cuando éramos aspirantes. No podemos olvidarnos de aquellas ansias por demostrar nuestra aportación e implícitamente nuestro talento. Una organización en la que la gente no tiene aspiraciones es una organización enferma. Una organización donde la gente se da codazos por medrar, también. Necesitamos gente con voluntad de responsabilidad, con voluntad de liderar. Lo único de lo que debemos asegurarnos es que entiendan que liderar es servir, no servirse.
Si jugamos un papel de liderazgo nuestra responsabilidad es crear nuevos líderes. Robustecer nuestra cadena de responsabilidad y de inspiración con gente que se ponga al servicio de los demás. No es de recibo esa gente que medra para tener poder y luego no es capaz de entender que la gente no trabaja para él, si no que cuanto más arriba estás, uno trabaja para los demás. Tener responsabilidad es disponer de privilegio de servir más, de poner los recursos y la influencia en algo que valga la pena, de un propósito que nos transcienda, de algo que se oriente a un legado ilusionante.
Debemos preparar a la gente para asumir altas responsabilidades, esquivando la arrogancia y la autocomplacencia. Líderes que crearán líderes, que pensarán en quién los puede sustituir y lo verán como parte de su legado. Líderes que no cejan hasta tener alrededor personas que actúan como contrapuntos solventes. Los contrapuntos son esas personas que desde la lealtad nos pone en nuestro sitio si un día perdemos la humildad. Esa gente que sabe mostrarnos la otra cara de la luna. Exorcistas del egocentrismo. Militantes del sentido común. Los que nos expresan sus reservas, sus dudas, sus intuiciones, desde la lealtad. Los buenos contrapuntos nos hacen preguntas que recordamos días después.
Lo hemos aprendido de personas que nunca cayeron en la ostentación, que es la enfermedad infantil de los pusilánimes. Hay un triángulo que mueve montañas: talento, pasión y esfuerzo. Hay un triángulo que destruye todo: tontería, altivez, ostentación. Hay directivos altivos que usan el poder para ambiciones impropias. Existe gente muy tóxica que se esconde en organizaciones de propósitos muy nobles. También hay arrogantes del conocimiento que nunca pasarán de ser expertos estirados. Lo importante es a quién escogemos para inspirarnos. Cómo sabemos rescatar de nuestra trayectoria aquellos que nos moldearon para crecer y servir a los demás.
Algunos los encontrarán en sus padres. Otros en sus maestros. Existen otros que lo hallaron en aquellos jefes que les dieron oportunidades que iban más allá de su convencimiento. Otros lo encontraron en gente sin ningún cargo, pero con luz propia, con sabiduría natural. Otros se iluminaron con algunos que les hicieron preguntas que les multiplicaron las ansias de crecer y aprender. Otros descubrieron el poder de la bondad y la enorme tranquilidad que confiere la honestidad.
La gente que no sabe reconocer a aquellos que les hicieron crecer difícilmente verá como un orgullo tener sustituto, lo verá como una amenaza. La generosidad nos hace crecer, la arrogancia nos vuelve mediocres. Para liderar sirviendo a los demás no hay que haber estudiado en una gran escuela de negocios, hay que haber tenido la humildad de aprovechar a los que nos brindaron su generosidad para permitirnos crecer y saber acordarnos de ellos. El día que sintamos el orgullo, y no la amenaza, de tener un sucesor, ese día, hemos subido un peldaño.
En FFACT, en el apartado TO THE EXCELLENCE encontrará un interesante cuestionario de 40 preguntas sobre “las habilidades directivas” que le ayudará a reflexionar sobre este importante tema.
Feliz semana a tod@s.