Personajillos que entorpecen una reunión
En una reunión con frecuencia asisten unos personajillos que, en lugar de cooperar, dificultan la tarea del conductor y entorpecen el proceso del grupo. Veamos algunos tipos que nos encontramos con una mayor asiduidad.
- El universal y superior. Se trata del personajillo que lo conoce todo, o cree conocerlo, y dispone de soluciones para todos los casos. Además, lo sabe todo más y mejor que el resto de los participantes. Su caso es bastante delicado, pues algunas veces tienen una verdadera experiencia y pueden perfectamente aportar ideas válidas. Pero esta superioridad, tan excesivamente pregonada, creará hostilidad y conflictos. Si sus pretensiones no tienen fundamento será fácil rebatirlas: devolver su declaración al grupo para que sea objeto de una discusión de tipo general. Los comentarios del grupo mermarán sus pretensiones y evidenciarán que las opiniones de los demás tienen el mismo valor que las suyas.
- El agresivo. Interviene de tal forma que hiere a los demás y provoca conflictos de tipo personal. Es activo y busca enfrentamientos constantes. Ataca con propuestas, y oposiciones. Se le debe hablar con una cortés sequedad, destacar aquello de lo que puede sacarse partido. Son útiles cuando todo parece simple y fácil. Los acuerdos rápidos y unánimes son sospechosos y conviene que existan provocadores.
- El de ideas fijas. Presenta la misma idea, bajo formas muy parecidas, en todas las ocasiones, o incluso, lo plantea todo bajo un solo punto de vista. Deben confrontarse sus ideas con aquellas de los demás que se consideran valiosas. Si esto no tiene éxito, será prudente, cada vez que toque su tema favorito, resumir lo que ha dicho y pasar rápidamente a otro tema.
- El “centrífugo”. Desde que abre la boca abandona el tema de la discusión para hablar de otras cosas. Cuando “regrese” debe decírsele: “esto de lo que ha hablado parece interesante, pero nos hemos salido del tema. Si quiere, le propongo que hablemos Vd. y yo de este asunto posteriormente”. Al finalizar la reunión su espíritu habrá tomado ya otra dirección.
- El charlatán. Habla largo tiempo y muy a menudo. Sus intervenciones no aportan nada nuevo. Se le debe decir: “Interesante. Desearía que Vd. redactase una nota la cual comunicaré personalmente al grupo. Gracias”. Ocho veces entre diez olvidará hacerlo o bien se moderará en el futuro ante el trabajo que ello le supondría.
- El silencioso. Es aquel que no habla nunca. Si alguien plantea un problema, él responde brevemente y de forma que no quede comprometido. Existen el tipo de que no habla porque piensa no conocer suficientemente el tema, no tener ideas interesantes o darle vergüenza expresarse en público. El conductor debe animarle a hablar proponiéndole problemas de creciente complejidad, haciendo ampliar y “estirar” por el grupo lo positivo de su intervención.
Otro tipo de silencioso es aquel que se calla porque se juzga muy superior a los presentes y no desea comprometer sus brillantes ideas con las que oye plantear en la reunión. A este tipo de silencioso va a ser difícil hacerle hablar ya que está confinado en su propio orgullo. Mejor que no asista a la reunión.
El tercer tipo que es aquel que no está considerado por los demás y apenas le dirigen la palabra, ni lo tienen en cuenta. Está fuera del circuito de las informaciones. Tiene poco que decir y se refugia en su mutismo. Conviene realzar su persona en la reunión, prestando especial atención a sus ideas, en principio raras, que se comentarán tan favorable y equitativamente como sea posible
- El “sí – sí”. Está de acuerdo con todo al objeto de no opinar realmente de un tema por indolencia, o bien porque lo juzga sin interés, e incluso, indigno de colaborar en él. Una variante es opinar débilmente dando soluciones sin ningún tipo de compromiso. Se debe abordarlo con preguntas abiertas a las que no pueda contestar con un simple “si” o “no”. Se debe mojar, si no se debe prescindir de él.
- El indeciso. Es aquella persona que, al hallarse ante un obstáculo no se decide por qué lado atacarlo. Quizá no está seguro de lo que realmente piensa, o bien tiene miedo a comprometerse, o piense que puede poner en peligro su prestigio proponiendo algo que será rechazado por todos los demás. Se le debe animar a colaborar con sus opiniones, él tiene pleno derecho a expresar sus propias ideas.
- El pesimista y el escéptico. El pesimista es aquella persona cuya actitud le provoca a ver en la vida aquello que pueda inquietarle o afligirle. El escéptico adopta una postura intelectual rígida que puede resumirse en la fórmula: no creo nada, por lo que, aunque esto sea cierto, no conduce a nada. Deben utilizarse sus objeciones para controlar lo que se ha avanzado y progresado por parte de los restantes miembros del grupo.
- El meticuloso. Se trata de un perfeccionista, de un escrupuloso que no cesa de escrutar y de analizar. Insiste en examinarlo todo, en catalogarlo todo, en dar a todo su exacto matiz. Su ansia de perfección es llevada a términos exagerados, a los menores detalles. Será preciso llevarle a terrenos más lógicos y positivos. De lo contrario, su minuciosidad hará que la duración de la reunión se cuadruplique.
- El gracioso. Este personaje, aun cuando a veces sea conveniente para distender una atmósfera excesivamente cargada, y siempre que posea un verdadero sentido del humor, es con frecuencia el peor y el más molesto cuando insiste en ello demasiado a menudo o exagerando el tono. Convendrá recordarle que se aleja del asunto a tratar, que elude sus responsabilidades y que, si en ocasiones se aprecia su humor, más se apreciará la colaboración seria y eficaz que es capaz de aportar.
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Feliz semana a tod@s.