Otro reciente engaño financiero
Hace pocos días apareció en la prensa el caso de la compañía alemana Wirecard. El fiscal de Múnich acusa a su antiguo consejero delegado de falsificar sus cuentas, de manipulación del mercado y de engaño. La empresa se declaró insolvente tras reconocer un agujero contable de 1.900 millones de euros. Seis filiales lo han hecho posteriormente. El dinero esfumado corresponde a importes que constaban depositados en el Bank of the Philippine Islands (BPI) y en el BDO Unibank, pero ambas entidades filipinas niegan que Wirecard fuera su cliente.
Además, existen deudas por un valor de 3.500 millones de euros, puntilla definitiva por la que la empresa presentase suspensión de pagos ante la amenaza de insolvencia y sobreendeudamiento. Se convirtió en la primera empresa del DAX, prestigioso índice bursátil alemán, en irse a pique. Apenas dos años después de colocarse entre las 30 empresas más cotizadas del país. Ahora los acreedores de estos 3.500 millones tienen escasas esperanzas de que vayan a recuperarlos. Mientras, 6.000 empleados de la compañía afrontan un destino incierto.
Esta empresa pertenece al sector de las tecno finanzas (“fintech”) que abarca la inteligencia artificial, las aplicaciones móviles, los pagos digitales e, incluso las criptomonedas. Este sector ha sido favorecido por el mundo financiero con grandes inversiones, como una forma de aumentar el acceso a servicios y productos seguros y a la inclusión a todos los países. Ha creado una competencia a los bancos, que, con frecuencia, se quejan de que realizan servicios bancarios, pero no están regulados ni supervisados como ellos.
Las acciones de Wirecard, que llegaron a cotizarse en el parquet a 192 euros en septiembre del 2018, se pagaron en junio de este año a 3 euros. El mayor motivo de esta espectacular bajada fue la estampida de los inversores al enterarse de que no se presentó el balance definitivo del 2019 porque la auditora EY se negó a firmar este documento al tener dudas sobre la existencia de los citados 1.900 millones de euros.
Recordemos que esta empresa se fundó en 1999 en Aschheim, cerca de Múnich. Empezó como procesador de pagos para páginas web de pornografía y juegos de azar. Evolucionó hasta ser una exitosa empresa de servicios on line. La compañía no era novata en este tipo de avatares financieros. Existen documentos de la auditora KPM que revelan que, ya en el año 2014, circularon cientos de millones de euros a través de créditos sospechosos a empresas de Asia, y a través de una empresa tapadera situada en Isla Mauricio.
Otras consecuencias de este desastre empresarial, fruto de la ineficacia o de la codicia, han sido la pérdida, como clientes, de empresas tan representativas como la aseguradora Allianz, la cadena de supermercado Aldi, la empresa de coche compartido Grab, la compañía de telecomunicaciones Orange, que han decidido liquidar sus pagos con otras compañías. Miles de clientes de 70 “fintechs” que usaban Wirecard perdieron el acceso a sus cuentas durante varios días. También se han roto las alianzas con empresas de servicios financieros como el grupo nipón Softbank y las americanas Visa y MasterCard. Esta pérdida de clientes y socios dificultará, en mucho, que pueda ser vendida y que puedan salvarse las partes rentables.
No hay mercados inmunes al fraude. En USA tuvieron Enron y Madoff, ahora Alemania tiene Wirecard. España no sale ilesa de estas tropelías. Todos recordamos que en el 2013 Pescanova, pese a cotizar en el mercado continuo, pudo crear una red de empresas fantasma en el extranjero para hinchar sus ventas y crear un agujero de 3.560 millones de euros. Al año siguiente la bolsa española se vio sacudida por el escándalo de Gowex, una tecnológica que era la estrella del MAB, con una subida de su cotización del 1.500 % en cuatro años y que se inventó el 90 % de los ingresos que lucían sus cuentas. Cerca de los 5.000 inversores de Gowex han perdido sus ahorros. Los fundadores de ambas empresas están acusados de estafa y sus juicios siguen pendientes.
Ante estos casos y otros similares que se dan, aunque de una transcendencia económica o mediática menor, uno se pregunta: ¿Qué papel juegan los reguladores y los auditores para atajar radicalmente este mal que parece endémico? Uno se descorazona cuando lee en la prensa las declaraciones de un alto directivo del regulador alemán que dice “rastrear fraudes contables e investigar no forma parte de nuestras tareas”. O bien cuando un gurú de la auditoría afirmaba que “la finalidad primordial de la labor auditora es certificar que la contabilidad refleja la imagen fiel de la empresa”. Nos estamos olvidando de que todos necesitamos que alguien informe, fidedignamente, para que se actúe en consecuencia, antes de que sea irremediable la existencia en la empresa de fraudes y malas prácticas. Lo anterior implica una dedicación eficaz a esta labor y dejar de lado todas aquellas tareas burocráticas que no tienen sentido ni aportación de valor, pero que se deben realizar porque lo manda la norma y si no se cumple aparecen irremisiblemente las sanciones pertinentes.
En FFACT, en el apartado TO THE EXCELLENCE encontrará un interesante cuestionario de 40 preguntas sobre “la organización contable”, que le ayudará a reflexionar sobre este importante tema.
Feliz semana a tod@s.