Alerta: los pagos se van demorando
La Administración ya ha posicionado el plazo medio de pago a sus acreedores en 70 días. Los expertos están de acuerdo en que esta situación ha estado condicionada por el comportamiento de algunas comunidades autónomas y ayuntamientos. Se han dado casos de pagos con retrasos superiores a un año. ¡Pobres acreedores! Recordemos que la Ley fija un plazo máximo de pago de 30 días.
Algo parecido está pasando en el sector privado. La media de plazo está en 73 días. La Ley determina 30 días ampliables, mediante negociación, hasta un máximo de 60 días. Probablemente, una de las causas sea el comportamiento de las grandes compañías, ya que un porcentaje elevado de ellas tardan más de 90 días en abonar sus facturas. No obstante, las compañías advierten de un alargamiento de los plazos de pago por parte de todo tipo de clientes.
Lo alarmante es que estos plazos van creciendo, de una forma sistemática, en los últimos años y no sabemos cómo acabará este 2020, con lo que nos ha caído encima, que, por cierto, intentamos vivirlo con la mayor dignidad y resignación posible.
A esta situación debemos añadir que los impagados, o las facturas sin pagar, ya situaron en el 3,1 % de la cifra de negocios. El año anterior este indicador fue del 2,4 %. Existen otros síntomas: la morosidad de las empresas con los bancos, las peticiones de refinanciación de crédito, los mayores concursos de acreedores y los impagados entre los préstamos al consumo.
Estamos ante una situación que no es buena para nadie. A veces nos sentimos tentados de pensar si nuestra economía tiene los pies de barro, a pesar de que el PIB mantiene un ritmo de crecimiento que, aparentemente, sigue siendo elevado. Pero bajemos al mundo de la empresa y comentemos algunos de los efectos de esta situación:
- Que se alarguen los plazos de cobro de los clientes, implica dedicarles una financiación extra. Si es propia, la tenemos que sacar de otros renglones quizás más rentables, y si es ajena, llevará posibles dificultades en encontrarla y costes añadidos asegurados.
- Los fallos de los cobros, previstos en su día, trastoca nuestra tesorería y obliga a tener líneas de financiación a punto, con su consiguiente coste, para hacer frente a los pagos concertados.
- Una actuación poco diligente y efectiva frente a los impagados repercute en el advenimiento de una deuda incobrable y la subsiguiente imputación a pérdidas del ejercicio.
- Renunciar a las ventas de unos clientes que ahora se han convertido en morosos, implica una bajada en la cifra de negocios y, por tanto, en los beneficios de la compañía.
- Caer en la tentación de hacer negocios con clientes, hoy morosos, es hundirse en la temeridad de convertir pan para hoy y hambre para mañana. O lo que es lo mismo, unos beneficios hoy, y unas pérdidas mañana.
En FFACT, en el apartado TO THE EXCELLENCE encontrará un interesante cuestionario de 40 preguntas sobre “el realizable”, que le ayudará a reflexionar sobre este importante tema.
Feliz semana a tod@s.