La profesionalidad de las personas
Hace unos días estuvimos almorzando con dos buenos amigos que tienen un denominador común: son empresarios y han sufrido, de una forma lacerante, una crisis económica. Cada uno de ellos la capeo como le dio a entender su más o menos fino olfato empresarial. A día de hoy se mantienen en el mercado, lo cual creemos que es muy meritorio.
Hacía tiempo que no nos veíamos y las cuestiones que comentábamos salían a borbotones. Al principio el tema central era la crisis, cómo les afectó y qué medidas habían tomado para contrarrestar, en lo posible, sus maléficos efectos. Escuchábamos con fruición, éramos muy consciente de estar recibiendo una de las mejores lecciones de management en tiempo de crisis que nunca habíamos escuchado. Admirábamos en aquellos dos hombres jóvenes, apenas rebasaban la cuarentena de años, su arrojo, su lucha sin cuartel, la observación de las necesidades de sus clientes y cómo intentaban satisfacerlas, la obsesión por la eliminación de cualquier tipo de despilfarro e incluso de los gastos poco rentables y un largo etc.
En la sobremesa los comentarios se agriaron cuando uno de ellos introdujo el tema de los colaboradores. Las posturas se radicalizaron. La opinión, en la que coincidían los dos, estaba basada en la existencia de una muy abundante mediocridad profesional a todos los niveles y estamentos de las empresas y lo poco que se puede hacer para contrarrestar su existencia y sus efectos. Ellos defendían su tesis inundándonos de ejemplos que justificaban con creces estos comportamientos mediocres e incluso algunos que se podrían clasificar como nefastos. Dentro del contexto de crisis éste era el punto que más lamentaban: no poder contar con auténticos profesionales capaces de llevar a cabo sus responsabilidades con éxito asegurado. Este lamento lo hacían extensivo al personal de sus clientes y proveedores cuya incompetencia les repercutía provocando fuertes quebraderos de cabeza.
Esta situación de falta de profesionalidad de las personas nos llevó a intentar encontrar los motivos por los que ello sucede. Nos encanta lo sencillo porque es efectivo, aunque a veces no sea muy profundo intelectualmente. Cuando nos hemos encontrado una persona con una actuación mediocre en su puesto de trabajo hemos observado que siempre se cumplía alguna, o las tres, de las siguientes causas. No sabe: no está formada, nadie le ha enseñado ni se ha interesado por la calidad de su trabajo y como mejorarlo. No quiere: no se siente apreciada (querida), no percibe que es importante para la organización, ante ello su respuesta es la desmotivación y la dejadez de responsabilidad. No es lo suyo: la persona está desubicada, no tiene las habilidades precisas ni los conocimientos mínimos necesarios, ni es posible que los tenga nunca. Ella se da cuenta y vive un infierno al contemplar sus pobres resultados y la imposibilidad de mejorarlos, siempre y cuando no caiga en el autoengaño y las injustificables lamentaciones o justificaciones.
Sólo se pueden tener buenos profesionales si somos capaces de asegurarnos que cada uno de ellos tiene la formación suficiente, se siente motivado y ocupa un puesto de trabajo adecuado a sus habilidades y capacidades.
En FFACT, en el apartado TO THE EXCELLENCE encontrará un interesante cuestionario de 40 preguntas sobre “el personal”, que le ayudará a reflexionar sobre este importante tema.
Feliz semana a tod@s.