Encadenando créditos
Hace unos pocos meses, el gerente de una empresa mediana nos invitó a visitar su compañía. Él era el hijo del fundador, ya fallecido. Era un hombre muy afable. Estaba muy orgulloso de haber sido capaz de convertir en un “imperio” la compañía que heredó de su padre. Su empresa tenía un buen producto, muy acreditado en el mercado. El parque de clientes estaba formado por unas empresas que le eran muy fieles. Es bien cierto que, aparte de la calidad del producto, y el precio de venta muy competitivo, recibían un servicio, llamémoslo, exquisito. No tenía ningún tipo de problemas con el personal, al contrario, disponía de un equipo de personas muy leales y confiables.
Nos preguntábamos qué era lo que inquietaba a este señor. Porque, seguro, que algo había. A la hora de los postres nos desveló su zozobra. En síntesis, la resumió de esta forma: “va pasando el tiempo y cada vez vamos más escasos de tesorería y nos vamos endeudando, encadenando créditos con los bancos, a pesar de que generamos beneficio”.
Nosotros empezamos a indagar lo de siempre: que si los stocks están sobredimensionados, que si los clientes se retrasan en los pagos, que si los proveedores no les dan suficiente crédito… Todo lo concerniente al circulante estaba muy bien gestionado.
Como la cosa financiera de la empresa no es un arcano, pusimos nuestra vista en las inversiones en inmovilizado y en su financiación. A nuestro empresario le estaba ocurriendo el problema clásico: se había excedido en las inversiones. Algunas habían salido fallidas: se hicieron cálculos de rentabilidad previos y como el “papel lo aguanta todo” y había mucho interés por llevarlas a término, se realizaron. Al final, ahí estaban durmiendo el sueño de los justos. De ellas no se podía recuperar ni un céntimo, no obstante, cada mes se comían un montón de dinero consistente en la devolución del capital solicitado para poder hacer la inversión y pagar las gabelas pertinentes.
Otras inversiones daban dinero, pero éste era escaso. Nos explicamos, la contribución de beneficio anual que aportaban era totalmente insuficiente para el pago de la devolución del crédito solicitado y sus gastos anexos.
Nos llamó poderosamente la atención la suntuosidad que se había empleado para las instalaciones de las oficinas. Los clientes y los proveedores no las visitaban nunca. ¿Cuál era el motivo por el que se había decidido invertir una fuerte cantidad de dinero en tanto lujo y ostentación?
El resto del beneficio que generaba la compañía era a todas luces insuficiente para pagar los demás créditos que sustentaba la sociedad. En síntesis, la empresa generaba beneficio neto, pero éste no cubría, en absoluto, las necesidades de tesorería para devolver los créditos pedidos. Estaba endeudada muy por encima de sus posibilidades ¿Qué hacía el financiero? Pues, el hombre intentaba que no fallasen, por nada del mundo, los vencimientos de los préstamos. Primero buscaba en el circulante a ver si podía limar algún eurillo. No tenía mucho éxito en este cometido. Entonces recurría a quien tenía dinero, la banca, para que le dejase más dinero. Así iba poniendo nuevos eslabones a la cadena del endeudamiento. La banca, al final, ya era muy reticente y se negó en redondo ampliar los créditos. Según los bancos se estaba incurriendo en un alto riesgo que ellos no pensaban abordar.
Al cabo de un tiempo se adoptó la decisión más plausible de todas. La empresa era un, auténtico caramelo para cualquier inversor. Únicamente tenía un problema, pero muy serio, consistía en un exceso de inversiones y en su financiación. Al no poder desinvertir, y deseando los accionistas permanecer en el negocio, se recurrió a una ampliación de capital con la entrada de nuevos socios. Esto alivió la presión de la banca y mejoró los resultados al disminuir los gastos financieros.
En FFACT, en el apartado TO THE EXCELLENCE encontrará un interesante cuestionario de 40 preguntas sobre “el exigible a largo plazo”, que le ayudará a reflexionar sobre este importante tema.
Feliz semana a tod@s.