Liderar es propio de valientes
Liderar es complejo. Todavía no existe un manual que, al leerlo, nos capacite automáticamente para coordinar equipos y tomar decisiones acertadas. No existe porque la dirección de personas es un terreno donde no fructifican los dogmas incuestionables ni las categorías generalistas. Al contrario: el liderazgo necesita mucha interpretación y encuentra efectividad en la gestión de los matices.
Los mejores expertos en la materia presentan el arte de liderar como una caja de herramientas, repleta de competencias y habilidades, que hay que saber utilizar adecuadamente en función de cada coyuntura. No vale dominar sólo el martillo, aunque sea con maestría, porque se corre el riesgo de que todos los retos acaben con apariencia de clavo.
En esta caja de herramientas hay una cualidad que atesora una especial relevancia, pero que pocas veces se alaba, posiblemente porque no encaja en los relatos más edulcorados de la función directiva. Se trata de la valentía. Es decir, el coraje necesario para asumir el peso de la responsabilidad. Sin esta virtud esencial, muchas otras herramientas imprescindibles jamás acaban saliendo de la caja.
La valentía es básica para impulsar los cambios que garanticen la supervivencia de la organización a largo plazo, aunque sea mediante decisiones impopulares. También es un elemento fundamental para preservar la equidad en los equipos ya que permite apartar los comportamientos tóxicos con la misma naturalidad con la que se premia el buen rendimiento. Faculta para salir al paso de las injusticias y defender los intereses ante las distintas injerencias, trazando un perímetro de respeto alrededor del grupo.
Por el contrario, la falta de valentía del líder puede desembocar en una inacción tan cómoda como peligrosa, que de una forma silenciosa vaya carcomiendo las relaciones personales y debilitando las estructuras del proyecto. Cuando se carece del coraje suficiente para afrontar los problemas resulta que nunca es buen momento para resolverlos, así que se van postergando y acumulando en el saco de las tareas pendientes. Pero llega el día en que el saco es tan pesado que nadie lo puede mover.
La valentía no es la actividad con más glamour del liderazgo, pero si la juntamos con generosas dosis de reflexión y sensatez acaba teniendo una fuerza imparable para llevar las empresas a buen puerto, especialmente en un contexto tan turbulento como el actual. Ya lo decía el clásico de la antigua Roma: “cualquiera puede sostener el timón cuando el mar está en calma”.
En FFACT, en el apartado TO THE EXCELLENCE encontrará un interesante cuestionario de 40 preguntas sobre “las habilidades directivas” que le ayudará a reflexionar sobre este importante tema.
Feliz semana a tod@s.