Fracasos y errores en la innovación

2 marzo, 2024 0 Por JLHA

Los funcionarios de la innovación tienen como dogma ensalzar las bondades del fracaso. Con rapidez se percibe que su concepción del fracaso es el de la práctica de un deporte inocuo, casi como si de una suerte de divertimento inofensivo se tratara. Si uno no arriesga nada de su bolsillo le es fácil pontificar sobre el fracaso y practicar la fe del converso.

Pero a los empresarios que arriesgan su patrimonio cuando hacen determinadas apuestas de innovación, le aseguramos que el fracaso no les parece un horizonte halagador. La vulgarización de fracaso es propia de los tertulianos del management. Fracasar no tiene ninguna gracia. Es un trago muy amargo que deja deudas, hipotecas por levantar y confianzas quebradas.

Debemos distinguir entre fracaso y error. Cuando algo nos sale mal podemos militar en el error pasando página y difuminando el paisaje de derrota. O, podemos militar en el fracaso aprendiendo y preparándonos mejor para futuros embates. El error tiende a descansar en los demás y conjuga los verbos en tercera persona. El fracaso acepta la primera persona como sujeto. El error se nutre de excusas y justificaciones. El fracaso busca transformar las propias incompetencias en lecciones. Del error huimos. Del fracaso intentamos aprender. Por eso el error deja un poso negativo y el fracaso puede ser el germen de positividad y de futuras innovaciones. El error es pusilánime. El fracaso puede ser amargo pero fortalecedor.

Es muy importante desplegar una cultura empresarial de tolerancia con casi todos los fracasos, en especial con los que parten de una exploración honesta y comprometida de la innovación. De esos que asumen riesgos al abrir caminos nuevos o al desafiar ortodoxias corporativas.

Pero hay un tipo de fracaso que no merece comprensión alguna, el que nace de la incompetencia manifiesta, de la indolencia y la falta de esfuerzo. La innovación no exime a los cantamañanas. Innovar y emprender es tan difícil como necesario para nuestras empresas y conlleva riesgo, por eso hay que ponerle muchas cosas a la vez: creatividad, disciplina, tenacidad, pasión, y esfuerzo.

Innovar y emprender requieren talento, es decir, gente que combina bien conocimiento, actitud y agilidad de adaptación. Pero, aun así, el fracaso es más habitual que el éxito en la innovación. Las empresas que no tienen el coraje de permitir a su gente fracasar, simplemente languidecen prorrogando sus inercias un cierto tiempo. Por desgracia, en muchas empresas se siente que fracasar es fallar.

Con el tiempo se aprende a declinar el fracaso en positivo. Si ha sido un error, se recuerda como una anécdota. En cambio, si es un fracaso se recuerda con la dureza de la herida, con la amargura de la pérdida, pero como algo que nos permitió aprender y nos hizo ser más humildes.

Las empresas viven de saber crear y concretar oportunidades. De ello depende su consistencia. Peter Drucker escribió: “cada éxito crea oportunidades. Lo mismo ocurre con cada fracaso”. Este es nuestro reto. Ser constructores de oportunidades en el éxito y en el fracaso.

En FFACT, en el apartado TO THE EXCELLENCE encontrará un interesante cuestionario de 40 preguntas sobre “la innovación” que le ayudará a reflexionar sobre este importante tema.

Feliz semana a tod@s.