La baja competitividad hace estragos
En un artículo de La Vanguardia se destacaba que en el 2012 se destruyeron, en Catalunya, 23.219 pymes, casi seis veces más que las 4.377 que desaparecieron el año anterior. Para el año 2013 también aparecieron unos datos negativos, debido a las cifras de las situaciones concursales, un 90 % de las cuales acabaron con el cierre de las empresas. Es obvio que a la destrucción de empresas se le suma la caída de empleados.
Esta masiva pérdida del tejido empresarial es muy parecida a una pandemia provocada por un virus altamente mortífero. Se le llama competitividad. La empresa que desaparece no ha estado capacitada para disponer de un nivel de competitividad tal que haya sido capaz de convertir las contrariedades y dificultades del mercado en oportunidades de negocio. La crisis ha atacado y está atacando a todas las compañías existentes. Sólo están aguantando bien este embate y no se hunden aquellas que son competitivas.
En nuestro programa TO THE EXCELLENCE, al que puede Vd. acceder desde aquí, en el cuestionario relativo a la “organización general de la empresa” existe la pregunta número 5 que indica lo siguiente:
Fíjese bien que la competitividad puede residir en alguno de los tres atributos: coste, producto o segmentación. Pero debe ostentar dos condiciones: la permanencia en el tiempo y la dificultad en ser copiada. En caso contrario la competitividad alcanzada va a durar muy poco y la empresa caerá en la mediocridad estando muy expuesta a su propia destrucción.
El citado Anuario constata que las pymes que exportan presentan mejores datos que las que no lo hacen: tienen seis veces más ingresos de explotación, cuatro veces más activos, tres veces más empleados y registran mejores rendimientos económicos y financieros. Es obvio que para exportar se debe ser competitivo, a nivel mundial, en alguno de los tres atributos mencionados. Sólo de esta manera el posible cliente depositará su confianza en la empresa y comprará, y seguirá comprando, el producto o servicio ofertado.