Las aportaciones de las personas
Cuando observamos a una persona en su puesto de trabajo lo primero que vemos es que no suele estar ocioso, sino que hace cosas. A esto solemos llamarle trabajar. Pero dos son las inquietudes que nos asaltan: lo que hace, ¿sirve para algo? ¿Alguien estará dispuesto a pagar su coste? La otra inquietud es lo que hace, ¿se lleva a término con la prontitud y calidad necesarias?
Vamos a profundizar un poco en estas dos materias. La primera de ellas está relacionada con la tan traída y llevada cuestión de si la actividad de marras “añade o no añade valor”. En la empresa las personas NO deberían llevar a término aquellas actividades que no añaden valor al producto o servicio que presta y que el cliente, si las conociese, no estaría dispuesto a pagarlas. Es deplorable observar cómo unos costes internos elevados van acompañados por la ejecución de un montón de actividades que no añaden valor. Esto es un contrasentido económico. Si presta atención al quehacer de cualquier empleado no le será difícil identificar que está llevando a cabo una serie de actividades parásitas, es decir que no aportan ningún tipo de valor. Por otro lado, qué motivación puede tener la persona que percibe que su trabajo, al que dedica su tiempo y esfuerzo, no aporta valor, apenas sirve para algo. Entendemos que es un deber prioritario e ineludible de la dirección asignar a cada persona solamente aquel ramillete de actividades que añaden valor y son totalmente necesarias para el éxito de la compañía.
En cuanto al segundo tema, la cuestión es un poco más complicadilla. Se trata de que la aportación de cada persona sea sin fisuras. Es decir, que las actividades que lleva a cabo se realicen con un nivel de calidad adecuado y en el tiempo preciso. Sólo el directivo puede definir los valores concretos de estos dos conceptos que él espera. Pero a la vez está obligado a diseñar las métricas precisas para que la persona se pueda auto-controlar y él pueda ir evaluando la los resultados conseguidos por su personal. Esto se transforma en un instrumento muy potente para dirigir y ayudar a las personas no sólo a mejorar sus logros sino a proyectarse profesionalmente.
Un directivo que no lleve a buen puerto estos cometidos está abdicando de unos de los atributos más importantes de la dirección. Además está haciendo un flaco favor a la empresa para disponer de un conjunto de personas integradas, y unos costes situados en niveles aceptables. Su puesto de trabajo será todo menos el de director.
En FFACT, en el apartado TO THE EXCELLENCE encontrará un interesante cuestionario de 40 preguntas sobre “las habilidades directivas” que le ayudará a reflexionar sobre este importante tema.
Feliz semana a tod@s