Dirigir con humildad
Uno de los intelectuales más solventes en el mundo de la gestión empresarial, Jim Collins, investigó, durante varios años, cuáles eran los factores que propiciaban la excelencia en la dirección de los negocios. Desarrolló la conocida teoría de los cinco niveles por la que se establece una jerarquía conceptual de los líderes en función de sus virtudes.
En los primeros peldaños están los individuos con unos elevados conocimientos, buenos hábitos de trabajo, espíritu de equipo y estar orientados al logro de los objetivos. Pero el quinto nivel es el que marca la diferencia, ya que está reservado a los directivos que reúnen todas estas características y, además, poseen una mezcla virtuosa de voluntad profesional y humildad personal.
Las gestas empresariales más relevantes están protagonizadas por directivos humildes, con personalidades rasgadas por la timidez, sin pretensiones ni egos insaciables. La humildad confiere, al que la practica, el paradójico poder de la inseguridad que, en su justa medida, es un elemento esencial para preservar la avidez mental, estimular las ganas de mejorar, e impulsar el esfuerzo constructivo.
Los directivos humildes también tienen otra baza a su favor ya que su estilo genera altas dosis de adhesión en los demás. No necesitan demostrar que lo saben todo, puesto que todo el mundo sabe que conocen lo más importante. Todo lo contrario del directivo vanidoso que suele padecer una grave distorsión de las percepciones. Mientras que él está convencido de que suscita admiración y deslumbramiento, las personas de su entorno experimentan un sentimiento más cercano al rechazo, por supuesto que debidamente disimulado.
Otra investigación de cuatro universidades estadounidenses estudió la evolución del narcisismo en un grupo de más de 400 personas a las que hizo un seguimiento riguroso durante 20 años. Las conclusiones fueron claras e inquietantes: el nivel de narcisismo baja a medida que se incrementa la edad, excepto en las personas que tienen responsabilidades directivas. Éstas son muy propensas a mantener una concepción sobredimensionada de sus propias cualidades.
El liderazgo humilde requiere militancia activa. Para evitar caer en los tentáculos de la soberbia hay que agarrarse a los principios de la modestia. Debemos disponer de un radar de autoevaluación que nos ayude a detectar las señales de alarma. Un día nos podemos ver abusando de la primera persona del singular, buscando la causa de los problemas en la ventana y no en el espejo, sintiendo el impulso incontrolable de sacar a relucir méritos e influencias, o incluso notando que las reuniones pierden interés cuando hablan los demás. Aquí es cuando hay que parar, reflexionar y entender que los cargos los asignan los superiores, pero que el verdadero liderazgo se lo tiene que ganar uno mismo.
En FFACT, en el apartado TO THE EXCELLENCE encontrará un interesante cuestionario de 40 preguntas sobre “las habilidades directivas”, que le ayudará a reflexionar sobre este importante tema.
Feliz semana a tod@s.