¿Qué son las criptomonedas?
Son monedas digitales, que no existen de forma física, construidas a base de pura matemática. No tienen una base de metal, y su valor está determinado principalmente por mecanismos de libre mercado: los principios de oferta y demanda.
Estas monedas están basadas en la criptografía que, básicamente, es el cifrado de datos o, lo que es lo mismo, transcribir en números o símbolos un mensaje del que se pretende que sólo el destinatario pueda leer y siempre con una clave que le proporciona el emisor del mensaje. En informática, la criptografía funciona con matemática avanzada, como algoritmos y ecuaciones complejas.
Cada unidad de criptomoneda tiene un código único que impide su copia o reutilización gracias precisamente a que están protegidas por algoritmos integrados en el campo de la criptografía. Una de las principales características de las criptomonedas es que no son emitidas, respaldadas ni controladas de ninguna forma por un organismo “centralizado”, como los gobiernos, las empresas y los bancos. La mayoría de las criptomonedas son totalmente controladas por su propio sistema informático y sus usuarios.
Llegado a este punto, puede surgir una duda más que razonable. Si las criptomonedas son intangibles, esto es, solo existen de manera virtual y no las podemos tener en nuestras manos y, además, tampoco están respaldadas por un banco central, ¿para qué sirven? Con las criptomonedas se puede comprar cualquier cosa o servicio que acepte este medio de pago como si fueran euros, dólares o yenes. Tienen la misma finalidad que el dinero que utilizamos habitualmente. En este sentido, hay que destacar que las criptomonedas son dinero que no está atado a ningún territorio, no es como el euro, que está ligado a la Eurozona, o la libra, moneda de Reino Unido. De este modo, además de usarlas para lo que se necesite, también pueden ser utilizadas en cualquier lugar del mundo.
Tal como se ha explicado, las criptomonedas nacen de manera autónoma al control de las autoridades monetarias de los Estados. Sin embargo, y aun cuando esto va a ser una característica que va a seguir marcando a estos activos digitales, ya hay gobiernos que se están planteando la emisión de sus propias criptomonedas. China ya cuenta con un yuan digital y la Unión Europea está desarrollando estudios para emitir en el futuro su propio euro digital.
Aunque la tecnología que está detrás de las criptomonedas es muy segura, no está exenta de errores y ataques informáticos. Pero este no es el único problema que presentan. Una de las cuestiones que más se critica de las mismas es su volatilidad. El comercio de criptomonedas es muy permeable a fluctuaciones importantes e inesperadas. No es raro que el valor de una criptodivisa pueda subir una semana un 300% y a la semana siguiente caer en el mismo porcentaje o incluso más.
A finales de la década de 1980, David Chaum, un criptógrafo estadounidense, desarrolló un algoritmo que garantizaba el anonimato de las transacciones. Esto se convirtió en el núcleo de las criptomonedas tal como las conocemos hoy. El propio Chaum creó más tarde dinero electrónico basándose en este algoritmo. Se trata del proyecto DigiCash que se lanzó en 1990. El primer pago electrónico fue enviado en 1994, pero con el auge de las compras y transacciones online que empezaron a llegar, DigiCash se declaró en quiebra en 1998.
Tras esta aventura pionera, hubo que esperar hasta 2009 para hablar de criptomonedas tal como las conocemos ahora con la aparición del bitcoin. Satoshi Nakamoto, hasta el día de hoy el creador del bitcoin, publicó un documento en el que esbozaba la naturaleza de la criptomoneda que había creado: estar fuera de todo control del Estado y de los bancos, ofrecer un anonimato total de las transacciones y en cantidades limitadas.
En FFACT, en el apartado TO THE EXCELLENCE encontrará un interesante cuestionario de 40 preguntas sobre “el disponible”, que le ayudará a reflexionar sobre este importante tema.
Feliz semana a tod@s.
Nota: Este post está inspirado en un artículo sobre las criptomonedas publicado por Economist & Jurist.