Los puestos de trabajo
Hay pensamientos de ciertos “gurúes” de la microeconomía que, digámoslo benévolamente, desconciertan a la parroquia. El otro día en un rotativo barcelonés apareció un sesudo artículo en el que su autor sostenía la idea de que “la función social del empresario, en una economía de mercado, es crear empleo, no incurriendo en pérdidas, pero sí renunciando al beneficio que le proporcionaría la búsqueda exclusiva de la eficiencia, porque ésta implica, a menudo la destrucción de empleo”. Al leerlo nos quedamos estupefactos. Contemplamos cómo se hacían añicos conceptos que han sido y continúan siendo la base de una correcta gestión de las compañías.
La creación de puestos de trabajo obedece a la necesidad que tiene la empresa de conseguir determinados resultados económicos y éstos deben estar aportados directamente por la ejecución de las actividades asignadas a estos puestos. Primer punto importante: la razón de ser de cualquier puesto de trabajo es su aportación a los resultados de la compañía. La finalidad de un puesto sea el que sea, no es, en absoluto, hacer cosas o llevar a término determinadas actividades. La idea de aportación a la rentabilidad los empresarios la tienen muy bien desarrollada y asumida. La aplican con esmero cuando estudian y analizan los resultados de puestos del estilo de la llamada “mano de obra directa” de producción o de la fuerza de ventas. La gestión del resto del personal está cubierta por un tupido velo que provoca el desconocimiento, incluso en sus grandes trazos, de las aportaciones de este tipo de puestos al resultado de la compañía. En la existencia de muchos de estos puestos y en su gestión, se esconde la mayoría de las ineficacias que convierten a la empresa en escasamente competitiva, en el mejor de los casos.
El crear empleo siempre debe venir de la mano de si existen posibilidades de acrecentar, por sí mismo, la rentabilidad de la empresa. En caso negativo, la compañía no puede ni crearlo ni tan siquiera mantenerlo. El bien particular de la creación de puestos, a la larga, irá en contra del bien común de conservar la totalidad de los de la empresa.
Otro aspecto que chirría en nuestra cabeza es el de que la empresa debe renunciar a la búsqueda sistemática de la eficiencia de sus recursos porque destruyen empleo. No conocemos a ningún inversionista privado que invierta su dinero en una empresa con el único objetivo de que ésta no incurra en pérdidas y que renuncie a obtener el máximo de rentabilidad del dinero que ha invertido. Por otro lado, la destrucción de empleo por el aumento de productividad generado por el aprovechamiento de las novedades tecnológicas es un concepto “luddista” del que históricamente se ha demostrado su falacia.
En FFACT, en el apartado TO THE EXCELLENCE encontrará un interesante cuestionario de 40 preguntas sobre “el personal”, que le ayudará a reflexionar sobre este importante tema.
Feliz semana a tod@s.